miércoles, 7 de marzo de 2012

Tecno-chamanismo

Tecno-chamanismo

Los autos llegan a gran velocidad, frenan de pronto haciendo funcionar su cara y compleja maquinaria de parada. Un Audi, un BMW, un Mercedes, una Navigator, son algunos de los autos que están en  fila en espera de que algún valet les coja las llaves y les de un recibo.

La lluvia comienza a caer sin piedad; moja a los pocos que llegan en taxi como a los que pareciera que nunca lo han utilizado.

El encargado del valet, sale corriendo del local con cinco paraguas nuevos. Quita el plástico protector que los cubre y los reparte a los acomodadores que reciben los autos.

Ahora si, los niños bien, pueden bajar de sus bólidos, mientras que el acomodador de quince centímetros menos intenta de puntillas cubrirlos con los paraguas recién abiertos.

En la entrada del local hay una máquina que mira las entrañas de todo aquel que desee ingresar. El equipo detector de metal no suena en ninguna ocasión aunque nadie ha hecho por quitarse reloj, cadena o cinturón…quizá solo tiene la función de disuadir.

Pasando la revisión magnética, viene la física, alguien auscultará a quienes ingresan; metros adelante el último requisito de entrada, el boleto para entrar al Amnesia Ibiza World Tour Mexico 2006, en el foro del lunario del auditorio nacional.

Ya traspasada la entrada aparecen unas estrechas escaleras con escalones forrados de madera clara, la iluminación es localizada y potente, luz amarilla dirigida a las paredes pintadas de negro donde están montadas fotografías en blanco y negro. Hay imágenes de distintos artistas que han pisado el escenario del lunario. Willi Chirinos, Oscar de León, La Unión, Susana Zavaleta, Chamin  Correa seguido de muchos otros que también decoran las paredes.


Se llega a un primer nivel, la pupila se dilata para acostumbrarse a la oscuridad; la luz ambiental es escasa pero al frente de todo, el escenario de unos diez metros de largo se elevada un metro sobre el  piso.

El sonido es ensordecedor pero contradictoriamente claro, las luces iluminan en magenta y violeta mientras se mueven al ritmo de la música, mientras que en el lugar los jóvenes se mueven al ritmo del sonido de fondo que se repite de forma metódica y constante.

Frente a todos sobre el escenario, un muchacho de no más de veinticinco años ocupa el lugar principal, viste una playera blanca con un dibujo desgastado en negro, su cabello es quebrado, y mediano, usa lentes pequeños y rectangulares, como la moda lo dicta, el pantalón de mezclilla y los tenis no le brindan ninguna distinción especial, pero es un hecho que él es quién tiene el control esa noche.

Tras el chamán electrónico, tres proyecciones muestran fiestas sin fin en imágenes breves las cuales se mezclan con figuras multicolores de prismas, demonios, ángeles y fractales.


Todo el público tiene la vista fija al  frente. La indumentaria es variada, hay quienes visten pantalón de mezclilla y tenis, otros más atrevidos traen pantalones brillosos, lentes oscuras y playeras fluorescentes. Las chicas visten faldas muy cortas y ajustadas, aunque las más usan jeans a la cadera, junto con blusas pequeñas y sobre el vientre.

Al caminar por el lugar se puede ver que  el público en su mayoría es de alto poder adquisitivo, pero también hay personas de vestimenta más sencilla, pero que salta y baila al mismo ritmo envolvente.

El lunario no tiene más de cincuenta metros de ancho por cuarenta de fondo; negro en su totalidad, con pisos antiderrapantes y escalones anchos que lo hacen un foro estilo auditorio. El techo se encuentra sembrado de cables, ductos y luces estroboscópicas de tonalidad cambiante.

El primer tecno-chamán deja el trono, mientras una voz anuncia al siguiente ungido de la noche: Brian Cross, Dj residente de Amnesia, una de las mejores discoteques de la desenfrenada isla de Ibiza.

Brian sube a la plataforma en medio de miles de palmas que lo reciben; él agita ambas manos en pos de saludo e inmediatamente baja la mirada hacia la consola que manejará.

El centro de control del Dj es pura tecnología; mezcladoras de sonidos, sintetizadores, tornamesas, una laptop mac y cientos de controles de volúmenes e intensidades. Es el altar de esta ceremonia de baile e integración, lugar donde el sacerdote o chamán agita los brazos y la gente corea y grita; donde un toque basta para que la gente cambie de ritmo y entre a pasajes hipnóticos donde nadie necesita pareja para continuar con el culto.

Alrededor de las cinco de la mañana, los asistentes comienzan a salir poco a poco, casi no hay alguien a quien se le note bebida de más, tienen la mirada brillante, aunque el rostro cansado. Con cinco o seis horas de bailar al compás de un ritmo electrizante e hipnótico la ceremonia ha terminado, el chamán realizó lo que pocos pueden lograr, integrar en un ente a múltiples personalidades.

Ahora al amanecer, la magia ha terminado, y ahora poco a poco las individualidades se disgregan por las calles de la ciudad rumbo a miles de destinos.





          

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